La radiografía convencional, popularmente conocida como rayos X, es una técnica que permite ver la anatomía de órganos y tejidos.
El equipo consta principalmente de un tubo que emite rayos X y un detector, que puede ser una película radiográfica (placa) o dispositivos de detección digital. Es capaz de emitir rayos X durante períodos sumamente pequeños, y alcanza con una o dos placas para finalizar el procedimiento. Los rayos X para radiografía no se obtienen de materiales radioactivos, sino acelerando electrones que luego chocarán contra un blanco metálico. Los fotones son emitidos por los electrones al ser frenados o por procesos que tienen lugar en los átomos del metal. La imagen se forma porque cada órgano del cuerpo atenúa en mayor o menor proporción el haz de rayos X, según su densidad. Aquellos rayos que logren atravesar el organismo impactarán en el detector formando una imagen, que luego será revelada o procesada por una computadora. La radiografía se emplea, por ejemplo, para observar fracturas en huesos, anomalías pulmonares, estructura dental, etcétera.